Dios.
Siguiendo a Aristóteles, Tomás de Aquino piensa que todo conocimiento humano comienza por los sentidos. Por ello, la demostración de la existencia de Dios sólo puede hacerse a partir de las criaturas (“de abajo arriba”). Además, es necesario hacer esta demostración, ya que la existencia de Dios no es una verdad de evidencia inmediata (para el hombre), pero es evidente en sí misma (para Dios).
En este momento, Tomás de Aquino se sitúa en el punto de vista de la filosofía: la existencia de Dios no es un artículo de fe, sino sólo un “preámbulo” de la fe (S.T., I). Y se opone explícitamente al punto de vista de Anselmo de Canterbury, para quien –según señala Tomás- la proposición “Dios existe” sería tan evidente como “el todo es mayor que cualquiera de sus partes”. El famoso argumento de Anselmo –que será llamado, a partir de Kant- “argumento ontológico”- se resume así: Todos –incluso el que niega la existencia de Dios- tenemos el concepto de “Dios”, puesto que entendemos lo que esta palabra quiere decir. Ese concepto es el siguiente: Dios es el ser más perfecto posible, es decir, “el ser mayor que el cual no es posible pensar ningún otro”. Por tanto, hay que concluir que existe, y que, incluso, es imposible imaginar que no exista: si no existiera en la realidad, sólo existiría en la mente (por tanto, Anselmo presupone que las ideas tienen una “existencia” en la mente), lo cual implicaría una contradicción: se podría pensar que hay un ser más perfecto que “el ser mayor que el cual no es posible pensar ningún otro” (es decir, otro ser que tuviera todo lo que tiene el anterior, y además la existencia en la realidad, que es más que la existencia sólo en el pensamiento). En conclusión, este ser tiene que existir no sólo en el pensamiento, sino también en la realidad. [Probablemente Anselmo no considerara este argumento una prueba de carácter estrictamente lógico-racional, desconectada de su fe cristiana. El argumente ha de ser considerado seguramente desde la relación entre la fe y la razón que es característica del agustinismo. Anselmo parte de su creencia en la existencia necesaria de Dios, y la razón es utilizada en este argumento para hacer inteligible este carácter necesario de la existencia divina.]
Este argumento, que será aceptado por Buenaventura, Escoto y muchos modernos (Descartes, Leibniz, Hegel), es rechazado por Tomás de Aquino, para quien la contradicción aducida por Anselmo sólo se da si se presupone que en la realidad existe “un ser mayor que el cual…”, que es precisamente lo que se quiere demostrar y lo que niega el que no reconoce la existencia de Dios (S.T., I). [Tomás de Aquino rechaza el argumento por considerar que en él se da un paso ilegítimo del orden del pensamiento al orden de la existencia real. El argumento es falaz porque si partimos de la esencia pensada de Dios, solamente podemos concluir en su existencia pensada, pero no en su existencia real, fuera del pensamiento.]
Tomás procede, para demostrar la existencia de Dios, no a partir del concepto de “Dios”, sino a posteriori, es decir, a partir de la existencia real de cosas cuya existencia misma debe explicarse como efecto de una causa última. [Demostración a posteriori: demuestra la existencia de la causa a partir de sus efectos (es decir, lo anterior por lo posterior). La demostración inversa se llama a priori.] Formula así “cinco vías” que poseen un idéntico esquema:
– Punto de partida: un hecho de experiencia (interpretado metafísicamente
– Recorrido:
– todo hecho tiene necesariamente una causa. Se utiliza aquí uno de los principios filosóficos más discutidos o utilizados más tarde, el principio de causalidad: “Todo lo que se mueve, es movido por algo” (Aristóteles, Física, VII), en el contexto de la teoría de la potencia-acto; “Todo compuesto tiene una causa” (Tomás, S.T., I), en el contexto de la composición esencia-existencia;
– imposibilidad de una serie infinita de causas: tiene que haber una primera causa (hay que señalar que Tomás de Aquino admite la posibilidad de una serie infinita de causas segundas “en horizontal” –del tipo “el huevo y la gallina”-, pero esa serie sería inexplicable si no dependiera, “en vertical”, de una causa última de su existencia).
– Término: esa causa primera es Dios, luego Dios existe (Tomás presupone, sin más, que la causa primera es el Dios de la religión).
Las cinco vías son las siguientes:
1) Desde el movimiento del mundo, hasta el Motor Inmóvil (inspirada en Aristóteles, quien, además, la emplea para demostrar un motor inmóvil para cada una de las esferas celestes).
2) Desde las causas subordinadas (a su vez causadas), hasta la Causa Primera Incausada (inspirada en Aristóteles y Avicena).
3) Desde la contingencia del mundo (contingente: que pueden existir y no existir), hasta el Ser Necesario (inspirada en Avicena y Maimónides).
4) Desde los grados de perfección en las criaturas, hasta el Ser Infinitamente Perfecto (inspiración neoplatónica, tomada de Aristóteles).
5) Desde el orden del mundo (todos los seres, incluso los irracionales, actúan por un fin), hasta la Inteligencia Suprema Ordenadora (inspirada en San Juan Damasceno y Averroes).
http://youtu.be/StpqL3CEJuE
[Abbagnano. La primera vía es la prueba cosmológica, deducida de la Física (VIII) y de la Metafísica (XII) de Aristóteles. Parte del principio de que “todo lo que se mueve es movido por otro”. Ahora bien, si aquello que lo mueve se mueve a su vez, es preciso que también él sea movido por otro, y así sucesivamente. Pero es imposible seguir así hasta el infinito, porque entonces no habría un primer motor ni los otros moverían, como, p.e., el bastón no se mueve si no es movido por la mano. Por consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nada; y todos consideran que ese motor es Dios. Argumento utilizado por Adelardo de Barth, Maimónides y San Alberto Magno.
La segunda vía es la prueba causal. En una seria de causas eficientes no podemos remontarnos hasta el infinito, porque entonces no habría una causa primera, y, por consiguiente, tampoco una causa última ni causas intermedias: por lo tanto, debe haber una causa eficiente primera, que es Dios. Esta prueba está tomada de Aristóteles (Metafísica, II). Avicena la había vuelto a exponer.
La tercera vía se deduce de la relación entre posible y necesario. Las cosas posibles sólo existen en virtud de las cosas necesarias: éstas tienen la causa de su necesidad o en sí o en otro. Si tienen la causa en otro, remiten a este otro, y como no se puede suponer una cadena de causas hasta el infinito, es preciso llegar a algo que sea necesario por sí y ser causa de la necesidad de lo que es necesario por otro: y tal es Dios. esta prueba está tomada de Avicena.
La cuarta vía es la de los grados. En las cosas hay más o menos verdad, más o menos bien y más o menos de todas las demás perfecciones; por consiguiente, también debe haber un grado máximo de dichas perfecciones, que será la causa de los grados menores, como el fuego, que es el máximo calor, es la causa de todas las cosas calientes. Luego, la causa del ser y de la bondad y de toda perfección es Dios. Esta prueba, de origen platónico, está tomada de Aristóteles (Metafísica, II).
La quinta vía se refiere al gobierno de las cosas. Las cosas naturales, privadas de inteligencia, están, sin embargo, dirigidas a un fin: esto no sería posible si no estuvieran gobernadas por un Ser dotado de inteligencia, como la flecha no puede dirigirse hacia el blanco si no es por obra del arquero. Luego, hay un Ser inteligente que ordena todas las cosas naturales a un fin: y este Ser es Dios. Ésta es la prueba más antigua y venerable de todas: es muy probable que Santo Tomás siga en su exposición a San Juan Damasceno y Averroes.]
Las cinco “vías” constituyen también un acceso a la esencia de Dios (se supone que el término de las cinco vías es el mismo Ser). En su Suma contra los gentiles, que se centra en la prueba del movimiento, la nota característica de la esencia divina es la inmutabilidad (Aristóteles y Agustín). En cambio, la Suma Teológica comienza por la simplicidad: en Dios no hay composición alguna: ni de materia-forma, ni de supuesto sustancia individual-naturaleza, ni de esencia-existencia. Dios se identifica con su propia esencia o naturaleza (Dios es la divinidad, pero un hombre no es la humanidad), y ésta con la existencia: la esencia es su existencia (S.T., I), Dios es el ipsum esse per se subsistens. Y Tomás alude a la palabra dirigida por Dios a Moisés: “Yo soy el que es” (Éxodo). De la simplicidad se hacen derivar otros atributos divinos: primero, la perfección y bondad (platonismo, Agustín); luego, la infinitud, la inmensidad (u omnipresencia), la inmutabilidad, la eternidad y la unidad.
En realidad, Tomás de Aquino reconoce que aunque Dios es, en sí mismo, lo más cognoscible (puesto que es acto puro, sin mezcla alguna de potencialidad o materia), sin embargo, para nosotros es lo más incognoscible (teología negativa): “Como de Dios no podemos saber lo que es, sino sólo lo que no es tampoco podemos tratar de cómo es, sino más bien de cómo no es” (S.T., I). Por eso, los atributos que se aplican a Dios son “negativos” (in-mutabilidad, in-finitud), incluso cuando se expresan de modo positivo (simplicidad es ausencia de composición), y se obtienen negando de Dios lo que hallamos en las criaturas que sea incompatible con él: vía de negación. Sin embargo, también se predican de Dios atributos positivos (p.e., bondad), tomados de las criaturas (en la medida en que los efectos –las criaturas- participan de la perfección de su causa). Pero esta atribución sólo puede hacerse por analogía: vía de eminencia.